domingo, 26 de octubre de 2008

Entre el Partido de Cuadros y la Masificación

ENTRE EL PARTIDO DE CUADROS Y LA MASIFICACIÓN

Por José L. Tavárez Henríquez.

Sabemos que el PLD fue fundado y organizado como un partido de cuadros, es decir, compuesto por militantes conscientes, disciplinados y dispuestos para las tareas políticas que se les encomendaran. En esta concepción se inspiran el nombre del partido, su lema, sus principios, normas y métodos de trabajo. Los Círculos de Estudios constituían la cantera de donde salía el militante, formado como un soldado dispuesto a luchar por la Liberación Nacional, donde no se descartaban los métodos revolucionarios para acceder al poder.

El PLD fue concebido, según su forjador y líder indiscutible, siguiendo el modelo de organizaciones de férrea mística y disciplina como el Ejército y la Iglesia Católica. Esto explica el perfil y la imagen clásica con que se identificaba al primitivo militante peledeísta, a quien se le solía llamar despectivamente “Testigo de Jehová”.

La tarea de fundar al Partido de la Liberación Dominicana y difundir sus ideales por campos, barrios y ciudades estuvo sobre los hombros de esa primera camada de militantes que asumía con fervor religioso las diversas tareas políticas, desde vender Vanguardia del Pueblo hasta recolectar fondos para los trabajos partidarios.

Eran los tiempos donde se ponía a prueba el valor del militante y se evaluaba su desempeño, incluso en su vida privada. Al aspirante o circulista se le formaba con rigor académico y se le exigían pruebas de fe y determinación como condición para su ingreso a la categoría más alta en el PLD, la de miembro.

Ese PLD originario empezó a tener éxito desde el principio, aunque no con la celeridad que algunos querían. Es sabido que del núcleo original hubo deserciones, como la de Milagrito Ortiz que prefirió a Peña sobre su tío porque lo veía más cerca del poder, con lo que dejaba al descubierto su naturaleza mezquina y oportunista.

Sólo la fe inconmensurable de Don Juan, y del núcleo de hombres y mujeres que estuvieron a su lado en esos primeros años, pudo mantener a flote la Nave Morada de la Estrella Amarilla. La gente empezó a acercarse al PLD, como sucedió con el auge del cristianismo primitivo, por el ejemplo de vida, más que por la doctrina en sí misma. La constancia, el fervor y la entrega a los principios que defendían eran la divisa de esos primeros peledeístas.

Fruto de este trabajo y el paradigma que representaba Juan Bosch, el crecimiento del PLD fue geométrico: 18 mil en 1978, 180 mil en 1982, 388 mil en 1986 y 653 mil en 1990, siendo el más votado en esa ocasión. En 1994 descendió notablemente la votación morada y en 1996 llega al poder por primera vez, de la mano de un nuevo candidato, el Dr. Leonel Fernández, y el apoyo del Dr. Balaguer.

El ascenso al poder, concomitantemente con la disminución física e intelectual de Don Juan, marcarán una frontera entre el PLD original y el actual. Se pasó de un partido de cuadros al de masa, de oposición a partido en el poder. Los militantes y activistas pasaron a ser funcionarios y se profundizaron las prácticas clientelistas a todos los niveles del liderazgo partidario.

El poder para dar o quitar empleos empezó a mediatizar la toma de decisiones y a distorsionar el flujo del liderazgo intrapartidario. Eso fue notorio en la asignación de empleos, la elección de autoridades a diversos niveles del partido y para cargos electivos, incluyendo los candidatos presidenciales desde el año 2000 hasta el presente.

Como resultado de este proceso hoy tenemos, queramos o no, un partido diferente al de cuadros donde gravitaba con peso específico la presencia de Don Juan. Hoy el PLD está más cerca de los partidos tradicionales que del modelo original. Eso se nota incluso en el surgimiento de grupos, tendencias o corrientes que sustituyen los mecanismos institucionales para la toma de decisiones. Esto ocurre ante la mirada indiferente o complaciente de las autoridades partidarias, que parecen haber olvidado las enseñanzas y el ejemplo del Maestro.

Volver a los orígenes ya no parece posible ni práctico, pero seguir el camino del PRD y el PRSC equivale a llevar al despeñadero a todo el sistema político nacional y una traición al pueblo dominicano. El PLD y el Presidente Fernández están en la obligación de retomar los principios de justicia social, eficiencia y pulcritud en el manejo del Estado. Asimismo se impone que se rescate la disciplina y el trabajo partidario, echando a un lado el grupismo que divide, debilita y corroe los cimientos de la organización.

Hay que vencer el miedo, como decía el Prócer Vegano, por eso es auspicioso que algunos compañeros de esta Red crean en la posibilidad de rectificar el camino y tomen posiciones firmes a favor de estas ideas. Pienso que en algún momento la Dirección Política del PLD se hará sentir y cortará por lo sano impidiendo que el daño se generalice y mate esta hermosa obra que le debemos a Juan Bosch.

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