lunes, 23 de enero de 2017

ARTICULO: TRUMP: EL FANTASMA QUE DEBEMOS DETENER

TRUMP: EL FANTAS QUE DEBEMOS DETENER Por José L. Tavárez H. “Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo. Todas las potencias de la vieja Europa se han unido en una Santa Alianza para acorralar a ese fantasma: el Papa y el Zar, Metternich y Guizot, los radicales de Francia y los polizontes de Alemania…”. Así inicia el histórico Manifiesto Comunista de Marx y Engels. Hoy, con un signo menos esperanzador, parafraseando a los filósofos alemanes podemos decir que “un nuevo fantasma recorre a Europa, a Estados Unidos y a buena parte del mundo occidental”. Ese fantasma, al que creíamos aniquilado con la derrota del colonialismo europeo, el aplastamiento del nazismo alemán, la instauración de los derechos civiles en Norteamérica, la caída del Muro de Berlín y el colapso del régimen de apartheid en Sudáfrica; parece renacer. El fantasma que bajo su capa oculta un arsenal de xenofobia, racismo, violencia y discriminación renace con un discurso insidioso que agita el alma de ciertos humanos donde esos espectros pueden ser convocados. Aunque los discursos son de por sí nefastos, nuestra mayor preocupación proviene del éxito que los mismos están teniendo en diversos lugares del mundo. Si nos fijamos en la Rusia de Putin la vemos renegar de la perestroika, retomar el lenguaje belicista de la “guerra fría” y emprender acciones tremendistas en el plano militar que van desde la ocupación violenta de territorios, el derribo de aviones comerciales o la destrucción de ciudades sirias sin importar la población civil que allí vive. En Alemania y los países bajos el discurso conservador gana terreno, lo mismo que en Francia e Inglaterra. Son esos aires de retroceso en cuanto a libertades públicas y derechos humanos los que explican el éxito electoral de un candidato como Donald Trump. Paradójicamente esto ocurre en un país de inmigrantes, autoproclamado como paladín de la libertad y los derechos individuales. En ningún otro contexto histórico este señor hubiera ganado la nominación presidencial republicana ni estaría disputando la presidencia de Estados Unidos de América, con alguna posibilidad de ganar. Este hombre que promete levantar muros y cerrar las sendas de hermandad y entendimiento con Latinoamérica y el mundo es aplaudido, unas veces en público y otras en privado, por millones de norteamericanos que ignoran cómo ese discurso xenófobo y discriminatorio irrigó los suelos de Europa con la sangre de 30 millones de seres humanos que perdieron la vida durante la Segunda Guerra Mundial. Ven con buenos ojos una prédica tendente a insensibilizar en torno al dolor de familias separadas por diversas calamidades sociales o naturales, heridas por las guerras o golpeadas por el flagelo de la pobreza, un subproducto de la injusta distribución de las riquezas del planeta. Olvida Trump y quienes le aúpan que Estados Unidos es grande por el esfuerzo de millones de hombres y mujeres venidos de todas partes y que han dejado su vida en campos y ciudades trabajando de sol a sol; que ese gran país ha extraído grandes riquezas de otras naciones a través de sus empresas multinacionales o en intervenciones directas; no entiende este señor que la cooperación de Estados Unidos con sus vecinos más débiles ha sido insuficiente para que salgan de la pobreza. Trump pasa por alto también que su gran nación visitó primero a muchos países de los que ahora le devuelven la cortesía a través de sus detestables inmigrantes. No recuerda este señor que Estados Unidos se quedó por la fuerza con la mitad del territorio mexicano, que invadió el sudeste asiático de donde hoy han venido millones de vietnamitas, camboyanos y demás; que lo mismo hizo en Santo Domingo, Nicaragua, El Salvador, entre otros, y que ha tenido las narices metidas en todos los rincones de América Latina, no siempre al lado de los mejores intereses nacionales. Conviene que el magnate neoyorquino examine las acciones de su país desde Korea hasta los Balcanes, desde el Medio Oriente hasta África, de Europa hasta a las Américas; que se detenga a mirar cómo los productos estadounidenses fluyen hacia los más apartados rincones del planeta, entonces podría entender por qué es imposible construirle muros a un país que se pasea por el mundo como Pedro por su casa y que mucho se ha beneficiado de esa relación con el mundo. No tomemos a Trump de forma banal, porque las ideas en nombre de las cuales se promueve representan un alto riesgo para el futuro de la humanidad. La xenofobia, discriminación y violencia están en ascenso, incluso entre muchos de nosotros. El momento es para resaltar la solidaridad, defensa de los derechos humanos y fomentar la cultura de paz y hermandad entre pueblos y personas alrededor del mundo. 

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