lunes, 23 de enero de 2017

Artículo EL ABORTO EN CONDICIONES ESPECIALES

EL ABORTO EN CONDICIONES ESPECIALES Por José L. Tavárez H. “El hombre es malo por naturaleza”, es el supuesto fundamental de que partieron los ideólogos del Estado Moderno, particularmente John Locke y Thomas Hobbes. A este último se le atribuye la expresión: “El hombre es un lobo para el hombre”. La necesidad de un ente regulador del comportamiento del individuo en sociedad, en lo que ha sido llamado "contrato social", se fundamenta en esta concepción de que en el "estado de naturaleza" el más poderoso se impone, dicho en lenguaje popular, “el pez grande se come al chiquito”. El otro eje importante que justifica la necesidad del Estado Moderno es la constatación de que las personas son iguales, y que por esa razón pueden aspirar a la misma cosa, lo que se constituye en fuente de conflicto, dando origen a una especie de “guerra de todos contra todos”. Así nacen las leyes, las constituciones, el derecho doméstico e internacional y los organismos internacionales. Con esto se intenta conciliar intereses diversos entre individuos, grupos y naciones. A la luz de esta referencia histórica podemos entender el punto de vista de ciertos sectores, especialmente religiosos, sobre el tema del aborto. Muchos de ellos podrían aceptar que se permita la interrupción del embarazo cuando peligre la vida de la madre o si el feto padeciera malformaciones incompatibles con la vida. La mayor reticencia es se produce frente a los casos de incestos o violaciones. El problema mayor de estos grupos parte del supuesto de que si se permite la interrupción de embarazos en las condicionantes ya mencionadas, eso abriría las puertas a otras modalidades de aborto. Como se ve, se da por sentada la mala fe del legislador que tendría la intervención oculta de permitir ir más allá de lo consignado en la norma. Otro argumento esgrimido por los autoproclamados "pro vidas" es que las excepcionalidades se presentan con poca frecuencia. Los más radicales en el rechazo a todo tipo de aborto caen en una aparente contradicción: dan prioridad a la vida por nacer en detrimento de la vida nacida. No toman en cuenta que algunas mujeres podrían ser madres nuevamente en mejores condiciones si se les preserva la vida e integridad personal. La vida de una madre, vida nacida y en posibilidad de generar otras vidas, debe ser prioridad de la norma. Por igual su salud física y mental, así como su derecho a la intimidad. Habría que ponerse en los zapatos de una mujer violada para comprender que ésta pueda negarse a seguir adelante con el embarazo que resulte de esa acción violenta. Tómese en cuenta que, con mucha frecuencia, son mujeres jóvenes en capacidad de embarazarse en condiciones más propicias para su salud y la de la criatura. Nuestros legisladores deben acoger las observaciones del Poder Ejecutivo rechazando de paso las presiones de quienes, en nombre de una fe mal entendida, intentan imponer un criterio que ni siquiera el Vaticano tiene. No permitan que sigan muriendo mujeres por el temor de los médicos a actuar de forma oportuna cuando un embarazo de alto riesgo lo amerite. Evitemos la proliferación de abortos inseguros que cada año causan la muerte a decenas de mujeres, casi siempre las más pobres y vulnerables. Señores legisladores, no es una licencia indiscriminada para abortar lo que les pide el presidente Danilo Medina, se trata de casos excepcionales: cuando la vida de la madre peligre, existan malformaciones en el feto incompatibles con la vida y cuando el embarazo sea producto de incesto o violaciones. Reconozcan que en estos casos extremos la opinión de la mujer debe tomarse en cuenta. Por su vida, su integridad personal y su salud mental escuchen a la mujer. 

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