VALORACIONES EN TORNO A LA CORRUPCIÓN
Por José L. Tavárez Henríquez
Los medios informativos nos han regalado en estos últimos días una enjundiosa provisión en torno a la corrupción. La avalancha informativa ha sido de tal magnitud que obliga a pensar en la posibilidad de que exista una campaña opositora para dañar la imagen del gobierno y obtener ganancia política ante la proximidad de las elecciones congresuales y municipales.
El éxito indudable de esta estrategia comunicacional está asociado a la existencia de hechos comprobados o altamente sospechosos de corrupción. Las situaciones del PRA, el INDRHI, la CDEEE y otras dependencias estatales, constituyen un suculento alimento para denunciar malos manejos en la Administración Pública.
Condenar estas acciones es la reacción más natural, porque constituyen violaciones a las disposiciones legales y a las normas éticas que rigen la convivencia ciudadana. Por desgracia, cuando bajamos del Olimpus donde habita el DEBER SER y aterrizamos en la realidad real de nuestro país, que igual podría ser la de cualquier país latinoamericano, nos encontramos en un medio social donde la norma jurídica y la moralidad se muestran incompetentes para prevenir o sancionar la corrupción.
De esta incompetencia dimana entonces la impunidad, el mejor cardo de cultivo para la corrupción, que le ha permitido, a quienes han sido acusados, salir indemnes de los procesos sin pagar un céntimo de lo robado ni cumplir un solo día de cárcel. Claro, siempre para muestra habrá algún botón, por eso se pueden mencionar el caso Jorge Blanco y los sindicalistas del Plan Renove.
Las acusaciones a políticos sospechosos de corrupción han devenido en verdaderos teatros y shows de mal gusto que se debaten más en los medios de comunicación que en los propios tribunales, hasta que un nuevo escándalo los sepultan en el olvido.
Esa situación cuenta con la complicidad tácita de una sociedad que sólo le importa la corrupción cuando no se beneficia de ella. El doble rasero para juzgar este mal es tan evidente que basta un cambio, de oposición a gobierno o viceversa, para que cambie el discurso y se inviertan las actitudes. Esto explica que en la actual ofensiva anticorrupción encontremos a muchos beneficiarios del gobierno 2000-2004, tenido por muchos como el más corrupto de la historia nacional.
Las actuales autoridades, por su parte, se diluyen en excusas irresponsables que le distancian del discurso intransigente en contra de la corrupción que enarboló el mentor y guía del partido de gobierno, el Prof. Juan Bosch.
Oposición y gobierno se alternan para desdibujar la lucha anticorrupción, trivializando un tema que debiera merecer otro enfoque. En este contexto se desarrollan prácticas que cronifican el mal y producen una desidia generalizada en la gente. Los/as Dominicanos/as seguimos votando por otros motivos, incluyendo el clientelismo y el fanatismo, porque la mayoría no cree en la sinceridad de la prédica anticorrupción y otros andan buscando una oportunidad para medrar a costa del Estado.
En las pasadas elecciones, si en una encuesta hubiésemos preguntado sobre a cuál consideraban más honesto entre Guillermo Moreno y Miguel Vargas, sin ninguna duda que el primero saldría ampliamente favorecido sobre el segundo, pero aconteció que Vargas obtuvo el 40% de los votos nacionales, aun con una campaña negativa donde se le vinculaba actos dolosos en el país y en el exterior, en tanto que Guillermo, con un historial personal y familiar de honradez e integridad obtuvo menos del 1% de la votación.
Hace poco el Sr. Páez, prestigioso hombre de la radio y columnista de La Información nos recordaba Cambalache, el tango inmortalizado por Gardel con letra y música de Enrique Santos Discépolo. Setenta años después seguimos teniendo este cambalache que relativiza todo y donde el mensaje del tango cobra nueva vida: “No pienses más; sentate a un lao/ que a nadie importa si naciste honrao.../ Es lo mismo el que labura noche y día como un buey/ que el que vive de los otros/ que el que mata, que el que cura/ o está fuera de la ley”. (http://tango.idoneos.com/index.php/Letras/Cambalache).
El anatema que se levanta cual espada de Damocles sobre la clase política dominicana parece olvidar cuanto acontece en el sector privado y en la propia sociedad dominicana. Cuántas fortunas que hoy se levantan como castillos inmarcesibles descansan sus cimientos en el lodo corrupto de relaciones espurias con el Estado, evasión de impuestos y toda suerte de prácticas non sanctas.
Le quita legitimidad a esta campaña el hecho de que voces cargadas de autoridad moral se mezclen con la de aquellos censores morales de pacotilla cuya intención politiquera apenas disimulan. Esto en lugar de fortalecer la lucha anticorrupción la desacredita convirtiéndola en parodia donde el conejo le dice al burro orejón.
Si la sociedad dominicana quiere trascender el teatro para asumir actitudes radicales en contra de la corrupción, debería de ir más allá de estos escarceos mediáticos y tomar decisiones concretas que nos liberen gradualmente de la podredumbre en que hemos caído. Para empezar, por qué no se aprovecha la Reforma Constitucional para crear un ministerio público independiente, que incluya el Fiscal Anticorrupción. Me gustaría ver al PRD, al PLD y a los reformistas votando masivamente por esta iniciativa, olvidándose por un momento de que podrían estar afilando cuchillo para su garganta.
Quisiera también qué reformáramos el Sistema Educativo Nacional para introducir el valor de la honestidad como un eje transversal en los programas de enseñanza a todos los niveles. Que legisláramos para que los medios de comunicación de toda índole estén obligados a promover valores que contribuyan a convertirnos en ciudadanos/as más responsables y respetuosos de la ley y del patrimonio nacional.
Muy bueno sería que rompiéramos con la cadena de impunidad y complicidad que permea nuestro engranaje social. Que apostáramos a la tolerancia cero contra las prácticas corruptas, desde robarse la luz o una tapa de alcantarillado hasta desfalcar una dependencia estatal. Esto debiera incluir a los sindicalistas, a los profesionales liberales, a periodistas y dueños de medios, a profesores/as. Incluir como asunto prioritario a padres y madres de familia para que prediquemos con ejemplos de honestidad frente a nuestros/as hijos/as. Sólo así llegaremos a tener una sociedad más transparente en el manejo de los asuntos públicos y privados.
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